CARTA DEL DIRECTOR III

Los Administradores de Fincas Colegiados somos unas plañideras.
Todo el día quejándonos de algunos de nuestros administrados y de lo mal que nos tratan. Y con razón, es cierto que el perfil de muchos de nuestros clientes roza lo inadmisible en educación y modales. Pero yo me esfuerzo en recordar que la mayor parte de los vecinos con los que no hablamos, los que no se presentan en las juntas y la mayoría de a los que sí ponemos cara sí son educados, respetuosos, razonables y agradecidos. Vale, hay que hacer un esfuerzo por no fijarnos en los otros, pero merece la pena.

En la anterior carta proponía no echar más leña al fuego de la crisis. Por extraño que parezca, la crisis sigue aquí.
Dicen que el optimista es un realista sin información. El silogismo nos lleva a que el pesimista es un realista con exceso de información. ¿Quién no habla hoy de prima de riesgo, troika, hombres de negro, precios del ladrillo, Banco Central Europeo…? Respecto a la crisis en términos macroeconómicos, tenemos poco que hacer de manera directa. Pero sí mucho en lo que atañe a nuestras vidas y negocios. Y la suma de estas vidas y negocios de todos los españoles constituye nuestro mercado macro. Y es que nuestra actitud en la vida y el trabajo también influye. Detengámonos a recordar esas situaciones o momentos en que nos va bien y en los que no. ¿Cuál es nuestra actitud, posición, gestos? Antes, durante y después.

En una junta de comunidad, cuando estamos serenos porque no hay problemas de liquidez, no tienen morosos ni siniestros graves, no sufren vecinos conflictivos… nuestra relación con todos es buena, relajada y se nota en las reuniones. Esas juntas salen bien, de adoptan acuerdos constructivos, hay buen tono, son rápidas. En cambio, cuando acudimos tensos o nerviosos a una junta, a la defensiva, (incluso cuando la comunidad se encuentra en la misma situación ideal que la anterior), por nuestro temor a perder clientes o el mal entendimiento con uno de sus vecinos, esa tensión obra en nuestra contra. Transmitimos malas vibraciones, nuestro lenguaje corporal comunica al inconsciente de los vecinos que algo no va bien, nos convertimos en nuestro mayor enemigo.

En la vida, cuando nos va bien nos llegan nuevas oportunidades y suertes y lo contrario cuando sentimos que lo necesitamos. La gente positiva atrae a todo el mundo, todos queremos rodearnos de personas optimistas, constructivas, con buen ánimo y predisposición… y procuramos atraerlos con regalos, atendiendo a sus deseos, etc. Así en el trabajo, si fuéramos clientes ¿a quién preferiríamos (dentro de los administradores profesionales y serios)? A aquel que nos transmitiese sensaciones positivas, relajadas, que nos atendiese con una sonrisa…
Siempre nos ha parecido que el dinero llama a dinero y que al que menos lo necesita más le toca. Porque lo atrae. Pues esta es la actitud que tenemos que practicar.

Cambiando de tercio, vuelvo a insistir en la necesidad de la formación y el reciclaje de los Administradores de Fincas Colegiados. Es nuestra baza distintiva contra la competencia y el sello diferencial contra el intrusismo. ¡Cuántos conocidos y amigos me están contando cómo aquel administrador tan barato hace tres años que no convoca una junta! Ayer mismo uno me narraba cómo en la comunidad de su padre el administrador contrató a un albañil que les ha dejado la obra empantanada y con andamios puestos desde hace meses. El albañil en busca y captura, el de los andamios reclamando su alquiler y la obra sin terminar. ¿Responsables?
También estoy recibiendo agradecimientos por informar a los vecinos de las novedades jurisprudenciales. Por ejemplo, las del Tribunal Supremo en materia de instalación y sustitución de ascensores en lo que afecta a los locales comerciales. O el proyecto de ley de Inspección Técnica de la Edificación. O los límites legales en las carácterísticas de los elementos de determinadas obras…
De ahí la importancia de una formación previa para poderse colegiar y de la no menos importante labor de formación continua y reciclaje que debemos tener todos para no quedarnos obsoletos.

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