CARTA DEL DIRECTOR VII

Volver a nuestro huso horario.

Esta semana tuve la oportunidad de compartir mi opinión de oyente en una emisora de radio. El sentimiento era unánime entre los que llamábamos, pero luego he constatado de que es generalizado en el país.

El origen de todo estuvo en la II Guerra Mundial. Los bombardeos, invasiones y demás acciones de guerra estaban programados a horas determinadas y, para evitar confusiones con los horarios, los países a este lado del meridiano de Greenwich (Reino Unido, España, Portugal e Irlanda) optaron ajustar sus relojes al huso horario alemán. Cuando finalizó la guerra todos estos países, menos uno, volvieron a su horario normal. ¿Adivinan cuál?

Desde hace más de 70 años vivimos en una fase horaria que no es la nuestra. La situación puede corregirse. El Congreso de los Diputados ha aprobado un informe de medidas que puede llevar, a fin de mes, a votarse en la Cámara Baja la vuelta al horario que nos corresponde. España adelantaría una hora los relojes, para siempre. (Esto, al margen de ese cambio que hacemos en primavera y otoño para aprovechar las horas de luz).
La idea va más allá de un ajuste de manecillas y botones. El cambio horario debería mejorar nuestro modelo productivo. La modificación irá acompañada de medidas que ayuden a conciliar la vida personal, familiar y laboral. También a mejorar la productividad laboral. Y, lo más importante, la calidad de vida.

Los españoles dedicamos dos horas a comer. La mayor parte del resto de europeos emplean en torno a media hora, de 12:00 o 12:30 a 13:00. Claro, no da tiempo a ir a casa y echar una cabezada. Otro cambio deberá ser el del horario de salida, no se puede entrar a las 8:30 a trabajar y salir a las 20:30. La hora de cerrar la oficina, el bufete o el despacho sería las 5 ó 6 de la tarde. Es cierto que la hostelería y los comercios vienen funcionando con otro espectro horario, pero hemos de pensar que la gente que trabaja en estos negocios también tienen derecho a descansar y vivir. Mi experiencia en Alemania me permite afirmar que también estos negocios pueden constreñir sus horarios a unas franjas más racionales.
También, por poner otro ejemplo de medida a implementar, la programación de televisión debería ajustarse también y no emitir lo que ellos consideran «prime time» tan tarde, adelantar también telediarios y programación infantil.

Trabajando tantas horas como hacemos en España disminuye la productividad y se fomenta el estrés y el absentismo laboral. ¿Para qué darse prisa en terminar una tarea si se va a seguir en el puesto de trabajo varias horas más? Con jornadas laborales más cortas se produciría un ahorro energético en las empresas y se acabaría con la «cultura del presentismo», eso del estar en la oficina para que el jefe crea que estás haciendo algo. Los españoles pasaríamos más tiempo con la familia. También consumiríamos más, porque saldríamos a dar un paseo con los niños, a tomar algo con los amigos, a comprar… Así crecería el consumo y, por tanto, las ventas; con ellas los beneficios empresariales, que llevarían a las empresas a producir más y, como consecuencia, contratar más gente, mejorando el empleo.

Nuestra salud también mejoraría. En la actualidad vamos en contra de nuestro ritmo circadiano. Nuestro cuerpo debe seguir, por naturaleza, el ritmo del sol. Por hora solar, nos corresponde comer a las 13:00. Con horarios más racionales, cenaríamos en torno a las 19:00 y nos acostaríamos antes. Nos ajustaríamos algo más al amanecer y el anochecer.
Con el regreso al huso horario que nos corresponde, seremos más productivos, sanos y felices. ¿Quién se puede oponer a esto?

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